Cuando La Palma sobrecoge

Escrito por Carlos Illán Ruiz - 21DEhoy agenCYA. 16 de abril de 2022 - SÁBADO.

Madrugada tenebrosa, devota y singular. Es la ‘Procesión de las ánimas’, en el que la santa compaña se adentra en el cementerio con el féretro y en la que el espectador tiene la sensación de ser testigo del entierro de Jesucristo. GALERÍA DE FOTOS (pinchar aquí)


Iglesia de Santa Florentina de La Palma. Las campanas anuncian la medianoche que separa Viernes de Sábado Santo. Se abren las puertas y comienzan a salir medio centenar de personas que llevan el ‘cuerpo’ sin vida de Jesucristo hacia el camposanto. Silencio absoluto. No hay acompañamiento de banda musical, sólo el tintineo de las 'campanillas' de las antorchas. Encabezando la santa compaña está la cruz, tras la cual van dos hileras de ánimas con vestuario y capuchón totalmente negro. Entremedio, con velo que cubre sus rostros, las 'viudas del cortejo' portan el Santo Sudario con la cara de Cristo y la Sábana Santa. Abren paso al ataud de cristal (sin tapa) que lleva, sobre los hombros de seis de sus devotos, el cuerpo de Jesús, imagen que fue adquirida en los años cincuenta del pasado siglo para las procesiones que entonces se celebraban en el pueblo. El sacerdote Pedro García Casas y las promesas cierran la compaña.



El destino es el centenario cementerio de Santa Florentina, inaugurado en el año 1900 y que este año acoge un camino de velas hacia la plaza de la Cruz, donde el sacerdote se dirige a Jesucristo para pedirle que nos abra sus puertas e invitando a la humanidad a ser mejores. El contenido íntegro se puede escuchar en el vídeo adjunto. Después comienza el regreso hacia la iglesia, donde llegan escasos minutos después de la una de la madrugada junto a un centenar de personas que han sido testigos de la recuperación, tras tres años (dos por pandemia y uno por lluvia), de esta singular procesión.

La Cofradía de las Ánimas surgió en el año 2008 y desde el siguiente celebra esta procesión, que ahora ha cumplido su décimo primera edición. El detonante de la iniciativa fue el entonces párroco Emilio Sánchez Espín, quien pretendió representar el abrazo de los vivos a los muertos y que también rememoraba una cofradía de ánimas que existió en la parroquia palmesana de Santa Florentina entre 1703 y 1854, la cula, además de organizar procesiones, acompañaba a los hermanos que fallecían con hachotes y estandartes hasta el cementerio.


 

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