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Una noche de bodas… con sorpresa

Durante la representación del pasaje en el que Aníbal e Himilce convierten en una historia de amor un pacto de estado, Víctor Nieto sorprendió a Carmen Pareja con un texto fuera de guión que culminó con la entrega de un anillo, momento en el que recoge la fotografía superior. Fue la ‘guinda’ romántica a una brillante puesta en escena que contemplaron dos mil personas y en se fijó el récord de besos entre el el estratega y la princesa. GALERÍA DE FOTOS (pinchar aquí)



Víctor Nieto lleva la vena festera desde que surgieron Carthagineses y Romanos, donde su familia siempre ha estado alistada (su padre fue el tercer sufeta). Carmen Pareja se enroló cuando lo conoció. Ambos se convirtieron en 2019 en las personas que encarnan a Aníbal e Himilce. Ha sido una experiencia única (y con elementos inesperados como la pandemia) que este Annus XXXIIII de fiestas llega a su final. Anoche  era la última vez que ambos actuaban juntos sobre el escenario representando al estratega y a la princesa. Algo (o mucho) pasó.

El diálogo de la obra iba de forma estupenda, pero de pronto, cuando ambos están solos debatiendo y desvelándose el amor recíproco, surgen ‘fallos’. Se montan algunas palabras y ella quieren recuperar el hilo, pero él están diciendo cosas fuera de guión. No fueron errores, fue una cuña particular de la pareja introducida por Víctor, quien le dijo a Carmen que para que no lo olvide cuando el destino lo envíe a la guerra en otras tiendas, le daba algo para que lo mirase siempre y se acordase de él. Entonces se quitó el anillo y se lo impuso. La alegría era muy visible en el rostro de Carmen y ambos aguantaron el tipo lo justo para llegar al beso fijado en el guión, que en este caso fue (además de con repetición) más largo y apasionado de lo habitual. Es más, en la obra hubo hasta cinco entre ambos, el doble de lo que refleja el guión. ¿Por qué le dio el anillo? Ellos lo saben, pero podría, al parecer, la esposa llevaba tiempo comentándole a su esposo que quería uno con unas características y el marido optó por hacerle la entrega por sorpresa en ese último momentos juntos de ambos sobre el escenario, agradeciendo la complicidad que siempre ha tenido con él.

Estamos de acuerdo que fue gesto privado, pero como resulta que ‘Las bodas de Aníbal e Himilce’ es un homenaje al amor, este matrimonio en la vida real no le pudo hacer mejor tributo.

‘Las bodas’ recoge el capítulo en el que el estratega cartaginés y la princesa íbera contrajeron matrimonio para mantener vinculados a sus pueblos. Está basado en hechos reales, como se suele decir en series y películas, pero a partir de los dicho en el párrafo anterior, todo es fruto de la imaginación narrativa y del ‘pudo ser así’.



Año 221 antes de Cristo. Los púnicos, quienes llevan dos años en estas tierras, ha sufrido la pérdida de su líder, Asdrúbal, quien fue asesinado por un esclavo celta. Les falta un líder. Entonces surge el debate de su sucesor, decidiéndose en Qart-Hadast (no se esperó a lo que hubiesen resuelto en Cartago) que fuera Aníbal Barca, quien acepta renovando su juramento de odio a Roma. La comitiva guerrera acude ante el trono de Mucro, a quien convencen de prolongar el pacto entre Mastia y los cartagineses. Aníbal parte una lanza y la comparte como símbolo de unión con el rey Mucro, quien le ofrece a su hija en matrimonio. Ambos pueblos comienzan a difundir la buena noticia de la boda por mar (naves) y tierra (corceles).

Las duda. Los entonces jóvenes novios no lo tenían claro. Para el general era una gran responsabilidad, mientras que ella se consideraba objeto de un acuerdo. Él habla con sus hermanos Magón y Asdrúbal, de pareceres muy dispares en estos asuntos del corazón, siendo el espíritu de su padre el que (tras aparecer en el escenario) resuelve: “Actuad de la forma que os dicte vuestro corazón!. Himilce, por su parte, reprocha a su parte lo que ha hecho sin consultarle. Mucro le explica la responsabilidad que conlleva los cargos que ocupan, pero ella no lo entiende hasta que conversa con su aya. Después, los dos novios coinciden. Ya lo habían hecho tiempo atrás y se ‘hicieron ojitos’. Ahora, ambos van transformando los temores en ilusión durante su conversación. Habrá boda con plena alegría y así se anuncia. Tras la danza de una pareja sobre el escenario, llegó el gran momento. Los pueblos íberos y púnicos llegan con regalos y el templo se prepara para unir las manos de Aníbal e Himilce, quienes llegan jubilosos para terminar ante el sumo sacerdote (Antonio Cano) y unir sus manos con el lazo del amor púnico. El general decreta tres días de fiestas y el cielo se llena de explosivos colores.



Dos mil personas fueron anoche los testigos de ese enlace, pues las sillas que quedaban vacías en la Plaza Mayor bien las hubiesen ocupados los que estuvieron de pie (las gradas ya no están). Es la historia conocida, pero siempre brillante y con detalles. Así, el buen guión que escribió Javier Nieto (hermano de Víctor) sigue vigente y en esta ocasión, por ejemplo, se le introdujo un inicio narrativo novedoso con dos festeras. A partir de ahí, con una alta calidad sonora (magnífica), un escaso escenario de objetos (en estos tiempos dominan las imágenes del fondo) y un derroche interpretativo de los festeros-actores.

 

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