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¡Aquí está, pisando la calle, Don Juan Tenorio…!

Una brillante puesta en escena del clásico de Zorrilla a cargo de ‘Ditirambo’, arropada por más de doscientos cincuenta espectadores ante la fachada de La Económicas, puede haber sido la primera vez que una obra completa teatral se representa en una vía pública de la ciudad. Escasos metros separaban anoche a esta tradición de celebraciones por Halloween.

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Cartagena ha acogido representaciones completas de obras teatrales al aire libre (Parque Torres, Molinete…) y muestras de este género en plazas, como la glorieta de San Francisco (en el ‘Día del teatro’), pero una obra completa en una calle (es decir, con casas por ambos lados) no me suena. Es más, tampoco a quienes pregunté anoche. Por ello, y con el correspondiente s.e.u.o. (salvo error u omisión) por delante, hay que adjudicarle a Don Juan Tenorio también esta conquista.



Lo cierto es que fue un éxito, justificando plenamente las 250 sillas colocadas frente al escenario situado en la fachada de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la calle del Aire, donde se ubicaron dos escenarios de diferente tamaño, aunque estos se ampliaban con la balconada del histórico edificio. Se trata de una idea que su presidente, Pedro Negroles, tenía desde hace tiempo, para aprovechar este semipeatonalizado espacio y que esté arropado por las fachadas de la institución y de la iglesia de Santa María, lo que facilita que no se desaparrame el sonido. Gustó la experiencia de sacar la cultura a esta calle y a buen seguro que vendrán más.

El otro motivo para ensalzar lo vivido anoche está en ‘Ditirambo’ y su brillante puesta en escena. El Tenorio se desarrolló con un ritmo ágil, que en momento alguno entró en la pesadez para el espectador, constantemente pendiente de lo que sucedía, en lo que influyó también una perfecto capítulo de megafonía, siendo el único problema unos breves episodios de acople de un micrófono que pronto se solventaron y que en absoluto desluce esa calidad sonora ofrecida.

José Molina y Miriam Ortas Gómez encarnaron a la popular y sufrida pareja de don Juan y Doña Inés, respectivamente, como es obvio, en una representación con José Antonio Ortas en el papel de don Luis Mejía y con Andrés Jerez multiempleado en varios papeles y como narrador. El sexteto lo completaron Lali Gómez San Nicolás (a la sazón autora de todo el vestuario) y José Antonio Pérez. Durante 80 minutos, que es el tiempo en que se ofreció un guión adaptado a esta puntual representación, la calle de Aire fue la Sevilla del siglo XVI que se movió entre el amor y el drama.

¿De qué va la obra? Siempre pensamos que todos lo saben y de ahí que se la denomine como ‘clásica’, pero no está de más recordarla de vez en cuando.

Don Juan Tenorio apuesta con don Luis Mejía que conquistará en un tiempo récord a una novicia de 17 años de edad y también a la novia de su enemigo José Mejía. Logra sus objetivos: engaña a la novia de su rival y rapta del convento a doña Inés. Sin embargo, se enamora de esta última, lo que no esperaba, por lo que pide su mano a su padre, don Gonzalo de Ulloa. Tanto éste como José Mejía buscan al seductor para reprocharle su conducta de engañar a las jóvenes.

El desenlace de este enfrentamiento es que don Juan mata a ambos. El galán abandona a su amada y huye, generando que ella muera de pena. Pasan unos cinco años y don Juan regresa, visitando el panteón donde estás sus víctimas y su amada. Pide perdón y cuando los espíritus están a punto de llevárselo al infierno, aparece el espectro de doña Inés para salvar su alma.



Es un resumen brevísimo, pero puede dar una idea e, incluso, invitar a alguno a leer la obra que Zorrilla escribió en 1844.



El público, puesto en pie, despidió a los actores, de los que José Antonio Ortas tomó, con brevedad, la palabra para decir: “Se ha demostrado que nuestra cultura y nuestras tradiciones importan”.

Un apunte final. Fue curioso observa como en la misma vía, la calle del Aire, coincidían la tradición con la representación de ‘Don Juan Tenorio’ y la popular fiesta importada de ‘Halloween’. Escasos metros separaban a actores de diablillas y fantasmas, bastantes de los cuales pasaron por el pasillo habilitado entre el público ubicado frente al escenario teatral con total respeto. Tradición y moda pueden convivir sin problemas y que cada uno elija uno o ambos. La cuestión es no perder tradiciones ni estar ‘fuera de onda’.

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